jueves. 02.05.2024

Posiblemente, este enclave empezó a ser poblado en tiempos prerromanos por el pueblo celta de los carpetanos. Posteriormente tenemos datos sobre este lugar en el momento histórico en el que los árabes tenían dominado Al-Ándalus y, posteriormente, durante la Reconquista cuando esta comarca pasara a manos cristianas.  La primera noticia que se tiene de la fortificación existente en este lugar es en 1150, cuando el rey Alfonso VII la dona a Alcázar (en concreto a los caballeros Fernando Gonçálvez, Pedro Rodríguez y a Juan Muñiz).

Treinta y tres años más tarde, el rey Alfonso VII concedió estos mismos territorios a la Orden de San Juan. Dicha orden se ocuparía, desde entonces, de potenciar la repoblación de estos territorios. Tras la batalla de las Navas de Tolosa (1212), con la victoria cristiana, se alejó definitivamente el peligro musulmán en esta zona y dio paso a una recuperación de la población de nuestra comarca, con la aparición de nuevas localidades. Sin embargo, en Villacentenos ocurre justo lo contrario: la llegada de una etapa de paz, tras la Reconquista, y la aparición de nuevas localidad consiguió una primera despoblación casi total del lugar.

En 1215, Enrique I confirma la cesión a la Orden de San Juan de las fortalezas y torres de Peñarroya, Villacentenos y Ruidera, siendo entonces Prior de la Orden Frey Montesinos. Además concedió el permiso para que cada uno de estos castillos tuviera una dehesa. El monarca dispuso que los freires sanjuanista cobraran cinco carneros de cada rebaño de ovejas que entrasen en esas dehesas.

La realidad es que, en el siglo XIII, casi toda la población de Villacentenos y su castillo abandonaron este paraje. ¿Por qué? Quizá a causa de pestes o epidemias (por ser un poblamiento junto a las aguas de los ríos Guadiana y Záncara que en las pasadas décadas bélicas se habían convertido en espacios insalubres) o, quizá, simplemente la población se marchó para adquirir las ventajas que recibían en las nuevas poblaciones que se iban formando (Herencia, Alcázar, Arenas, Villarta, …).

Sin embargo, hasta los propios priores de la Orden de San Juan no veían con buenos ojos que un lugar que había sido tan estratégico en la línea militar para conseguir los objetivos de la Reconquista en la Mancha ahora quedara totalmente deshabitado. Incluso, la fortaleza que había ayudado a la línea defensiva contra los árabes, se había habilitado como Iglesia, donde los señores de la Orden escuchaban misa habitualmente. Para fomentar la importancia de este lugar, la iglesia existente en el lugar fue declarada Parroquia en año 1281, y en ella escuchaban misa –de vez en cuando- el Príncipe Sancho (futuro Sancho IV) que pasaba largas temporadas en el castillo de Cervera, que era su lugar de recreo.

Así, en 1292, cuando se concedió el título de villa para Alcázar de San Juan, se intenta hacer resurgir un nuevo pueblo en Villacententos. Para esto, los habitantes de Alcázar tendrían que poblar el lugar con 50 pobladores repartiendo a cada uno tierra con dos yuntas de bueyes o para una en el caso de que no pudiese disponer de más. Ninguno de ellos podía proceder del término de Consuegra, seguramente para no mermar el potencial humano los ingresos de otras posesiones sanjuanistas. Villacentenos se debería de haber convertido así en una aldea dependiente de Alcázar, pero la realidad es que esta nueva refundación no se llegó a producir y el lugar de Villacentenos inició así su particular odisea marcada por nuevos misterios y enigmas.

Los priores de la Orden de San Juan quisieron en estos siglos que Villacentenos mantuviera una importancia en el nuevo orden geográfico que se estaba desarrollando en España tras la Reconquista. Pero todos estos intentos fracasaron. Así, crearon el Señorío de Villacentenos, título nobiliario que concedieron a una rama de caballeros que sirvieron a la orden durante la reconquista. Sin embargo, de nada sirvió la creación de este señorío para el mantenimiento de la población en este lugar. Los pocos residentes que quedaban estables en el lugar y que se dedicaban a las labores agrarias, ganaderas y forestales sufrieron con gran saña la gran pandemia que en 1438 se cernió por toda Castilla.

Villacentenos, como otros muchos lugares quedó totalmente despoblado. Muchos de ellos volvieron, con el tiempo, a repoblarse pero el antiguo castillo nunca volvió a constituirse como núcleo poblacional y con la afloración de nuevas localidades vecinas, se sucedieron gran cantidad de pleitos entre los habitantes y los gobiernos de estas villas que litigaron continuamente por conseguir la explotación de los que se denominaba “el cortijo de Villacentenos, con su serna, su huerta, su dehesa y su parada de molino”.

Quizá para poner fin a toda la serie de pleitos que se sucedían entre las localidades vecinas, el Prior de la Orden de San Juan Don Juan de Valenzuela, en 1457, concedió los “privilegios en censo de la dehesa de Villacentenos a Don Juan López Caballero” –cuyo término, por entonces limitaba con Peñarroya, Membrilla, Manzanares, Arenas, Villarta y Herencia-. Pero como ya el lector podrá imaginarse, esta concesión también acabó en fracaso.

Si hay otro detalle que no podemos olvidar cuando hablamos de Villacentenos es su relación estrecha con el río Guadiana. Un río que, como de todos es conocido, nace en las Lagunas de Ruidera y que a lo largo de su recorrido se esconde en inmensas simas. Una de ellas, quizá la mayor, se encuentra en Villacentenos, como si el río quisiera no enseñar sus virtudes en este lugar, donde se oculta para aparecer posteriormente en los llamados Ojos del Guadiana (entre Daimiel y Villarrubia). En algunas ocasiones, si las condiciones climáticas así los permitían, el agua afloraba a la superficie en el término de Villacentenos en la llamada Poza Vinagre.

Para ayudar a las localidades por donde transcurre el Guadiana, y que debido a sus continuas ocultaciones y en meses de extremado calor no se puede acceder al agua para su uso, desde el siglo XIV, siendo Prior Don Fernando Rodríguez, se empezó a tener la idea de la construcción de un gran canal que trajera las aguas encauzadas del río. Se hicieron las primeras actuaciones aunque fueron muy puntuales y en lugares muy concretos. En el siglo XVIII se retoma la idea; y el Infante Don Gabriel (hijo de Carlos III),  se propuso construir a sus expensas el Gran Canal del Priorato de San Juan, haciendo los estudios correspondientes Don Juan de Villanueva. Tenían que partir desde la Laguna de Miravetes (hoy conocida como la “Laguna Cenagosa”, una de las que componen las conocidísimas Lagunas de Ruidera), derivando su curso por la vega, término de Argamasilla, Alameda de Cervera, Alcázar, Villacentenos, Herencia, Villarta y Arenas hasta los límites del Priorato. El mismo Villanueva hizo las Ordenanzas por las que se había de regir, siendo aprobadas por Carlos III en 1783.

Al mismo tiempo que se realizaban las obras de construcción del Gran Canal se hacía un nuevo intento de repoblar Villacentenos “para que de este modo los buenos efectos del riego fuesen más generales”. Un nuevo intento de repoblación de este lugar  que, como veremos, también fracasó.

Hoy a las puertas de Villacentenos quedan los restos de esta canalización. Un puente y unas piedras por las que pretendía correr unas aguas limpias y transparentes y que hoy se ha convertido en un indiscriminado vertedero. 

Llegado el siglo XIX, se produce la defunción total del Villacentenos –aunque como hemos visto este enclave estaba herido de muerte desde hacía siglos-.

Por el año 1800, Villacentenos era sólo una pequeña quintería con 75 habitantes. Eran todos agricultores y ganaderos. Era la finca mayor que había en el término de Alcázar, lindaba por el norte con el río Guadiana, por el este, la senda del "águila", al sur, término de Manzanares y  al oeste con el término de Villarta de San Juan.

Los restos de la iglesia existente fueron convertidos en convento en el siglo XVII. Pero con la desastrosa Guerra de la Independencia el fin del lugar se precipitó. En el año 1811 los franceses pasaron por este lugar; y el ejército de Napoleón realizó en este lugar, al igual que en el resto de la comarca, grandes desmanes contra la comunidad religiosa que allí se encontraban.   Aquellas monjas huyeron de noche de aquel lugar y decidieron refugiarse en la Colonia de Alameda de Cerveza recientemente construida.

Poco podía perder más Villacentenos. Sus últimos vestigios de una historia que le iba siendo esquiva abandonaban el lugar.

Desde ese momento, ya su uso fue como casas de quintería, y vio pasar el progreso de la zona siempre desde la distancia; y mientras las localidades vecinas iban desarrollándose en los siglos XIX y XX, Villacentenos era enterrado en un olvido secular que aún hoy se mantiene.

La última mención pública a nivel nacional que se hizo sobre Villacentenos la podemos encontrar en un reportaje del periódico ABC, que el 15 de enero de 1978 realizaron sobre el río Guadiana. En dicho artículo aparece una fotografía del lugar. Hoy, pasados más de cuarenta años, el lugar ha ido abandonándose a pasos agigantados. 

FUENTES:

LORENZO, Pedro de (1978): “Los ríos inéditos: Guadiana”. ABC. 

LIGERO MÓSTOLES, Ángel (1991): “La Mancha de Don Quijote”. Excelentísimo Ayuntamiento de Alcázar de San Juan.

MARTÍN-FONTECHA GUIJARRO, Ángel S. (2017).

Disponible en https://ruideratreasures.es/la-maldicion-de-villacentenos/

http://antoniodealces.blogspot.com/2009/01/villacentenos-y-cervantes.html

http://palomatorrijos.blogspot.com/search?q=villacentenos

PERSONAJES Y LUGARES: Villacentenos en Alcázar de San Juan