sábado. 04.05.2024

Ya en el siglo XVI aparecen datos sobre las ventas existentes en Puerto Lapice. Son posadas o ventas para el hospedaje de los caminantes entre los que cabe destacar, en este siglo, a los mercaderes de seda que se dirigían a Murcia. En 1540, en la Real Chancillería de Granada encontramos un expediente donde se cita una Venta en Puerto Lápice, siendo el ventero el herenciano Pedro Gallego. Precisamente, el 25 de marzo del año 1540, el Alcalde Ordinario de Consuegra, Pedro de Arcecillo, visitó la Venta de Puerto Lapiche e impuso un arancel o impuesto que debía cobrar a los pasajeros, así como obligó al ventero, el citado Pedro Gallego, a acudir a la Villa a pagar ciertas multas en las que había incurrido.

Y así durante los siglos XVII y  XVIII existen referencias de al menos dos ventas en la localidad, la denominada de “San Juan” y la de “María Moreno”. De la naturaleza de ambas ventas porteñas se dicen que son de mampostería y no se hallan bien acondicionadas  “por lo que será conveniente reedificarlos, o a lo menos componerlas con reparos mayores”. En concreto de la Venta de San Juan se especifica que “acusaba, sin duda, el paso de los años. Las cuadras y los pesebres se hallan inútiles por sus materiales de tierra con poca firmeza”.

Durante la Guerra de la Independencia contra los franceses (1808-1814) las ventas fueron incendiadas. De una de ella se indica su estado “no quedando más que los cimientos, salvo el pajar que estaba en el corral y ésta fue la parte de la construcción que se fue reparando por los sucesivos dueños”. Y el deterioro se extendió durante todo el siglo XIX. 

Ya en el siglo XX, Azorín en su visita a Puerto Lápice en 1905, no indica que “la venta está situada a la salida del pueblo; casi las postreras casas tocan con ella. Mas yo estoy hablando como si realmente la tal venta existiese, y la tal venta, amigo lector, no existe. Hay, sí, un gran rellano en que crecen plantas silvestres. Cuando nosotros llegamos ya el sol llena con sus luces doradas la campiña. Yo examino el solar donde estaba la venta; todavía se conserva, a trechos, el menudo empedrado del patio; un hoyo angosto indica lo que perdura del pozo; otro hoyo más amplio marca la entrada de la cueva o bodega. Y permanecen en pie, en el fondo, agrietadas, cuarteadas, cuatro paredes rojizas, que forman un espacio cuadrilongo, sin techo, restos del antiguo pajar. Esta venta era anchurosa, inmensa; hoy el solar mide más de ciento sesenta metros cuadrados. Colocada en lo alto del puerto, besando la ancha vía, sus patios, sus cuartos, su zaguán, su cocina estarían a todas horas rebosantes de pasajeros de todas clases y condiciones; a una banda del Puerto se abre la tierra de Toledo; a otra, la región de La Mancha. El ancho camino iba recto desde Argamasilla hasta la venta”.

A mediados del siglo XX se inició la reedificación de la Venta de Don Quijote, que es la que actualmente podemos ver en pie. En mayo de 1966 se lanzaba la denominada “Ruta Cervantina” que, bajo el patrocinio de la Subsecretaría de Turismo, se publicitaba como: “Un viaje diferente a todo” Como no podía ser de otra manera dentro de esa ruta una de las paradas obligatorias y escenario de múltiples actividades culturales fue la Venta del Quijote.

En 1972, con motivo de la celebración del V Pleno de la Comunidad Turística de La Mancha se recogieron una serie de propuestas turísticas para la promoción del turismo en la comarca manchega. Por supuesto, la Venta de Don Quijote de Puerto Lápice era uno de los reclamos para potenciar esta idea. Entre las múltiples iniciativas realizadas tenemos el ejemplo de un proyecto con La Mancha como destino turístico en Suiza, denominado “Suiza en la Aventura de La Mancha”.

De principios del siglo XXI tenemos una descripción perfecta del lugar a cargo de Fernández Palmeral, con motivo del centenario de la visita de Azorín a la localidad (año 2005):

“Bajamos de nuevo hacia el centro la plaza del Ayuntamiento porticada. Seguimos bajando hasta aparcar en la puerta de la iglesia parroquial de Nuestra Señora del Buen Consejo, desde donde se puede ver la fachada de la venta con alero y vimos un viejo portón, ya estamos en la venta de Don Quijote, una venta conservada como las antiguas ventas de La Mancha. La fachada encalada con portillo pintado en añil venta que lleva el nombre del Hidalgo, calle del Molino nº 4, que fue construida en el siglo XVIII y reformada como sitio de comida y descanso, un monumento nacional, entramos, y a la derecha una tienda de souvenirs, a la izquierda un poyete de azulejos clásicos, diplomas, placas, recordatorios, y un azulejo conmemorativo de su inauguración tras la remodelación, donde me dice una foto, y otro azulejo como documento de este safari fotográfico.

Se accede al patio empedrado a través de un porche cubierto y sostenido por dos grandes pilares o columnas. Una vez dentro uno se emociona, se llena de encanto y retorna al pasado de los patios porticados con vigas de madera color almagra, patios de comedias, artes y letras, como el teatro de Almagro. A la izquierda se ve un carro vencido por los caminos, y al fondo, junto a un pozo con brocal y un abrevadero de piedra, nos vigila la figura metálica de Don Quijote velando las armas que tiene a sus pies: armadura y adarga. A quien le doy las buenas tardes…

Entramos al Restaurante Típico, que es una vieja bodega que conserva grandes y oscuras tinajas, donde se puede comer en la bodega. En una pared leí un diploma del cocinero y mesonero mayor don José Luis Lerguburu Gutiérrez, que está considerado como el ventero oficial con atribuciones para ordenarte caballero, como ya lo hiciera con Miguel de la Quadra-Salcedo en el verano del 2003. En dicho restaurante me tomé un cortado por 1.20 euros, como en las mejores cafeterías de la Gran Vía, pero sin duda alguna con mejor decorado. Menos mal que yo siempre llevo bien herrada la bolsa”.

Como vemos, las ventas de Puerto Lapice han sido un referente histórico para entender la evolución de esta localidad y durante siglos tenemos referencias a ellas de diferentes personajes de la cultura mundial. Por supuesto fue Cervantes quien dio más raigambre al lugar al ponerlo en el mapa de las aventuras del inmortal Don Quijote.

La venta de Puerto Lápice es una oda a la venta manchega, a esa venta que Cervantes tanto mencionó, que allí era casi castillo que era como la veía el Caballero de la Triste Figura. Y es que Alonso Quijano hacía de todo aquello que veía una cosa suya, muy suya: molinos por  gigantes; ventas por castillos; la vida, una aventura.

FUENTE:

MARTÍN-FONTECHA GUIJARRO, Ángel S. (2022) “Puerto Lápice. Historia del pueblo en un cruce de caminos”. Excelentísimo Ayuntamiento de Puerto Lápice.

PERSONAJES Y LUGARES: La Venta de Don Quijote de Puerto Lápice