jueves. 28.03.2024

Hablemos de generosidad

Etimológicamente generosidad proviene del latín generosus, palabra derivada de la raíz primitiva gen- “generar”, “raza”, “estirpe”, “familia”, y los romanos la usaron para referirse a  “quien es hidalgo, de familia noble, ilustre”, a “quien es magnánimo, generoso” y, en el caso de animales y cosas, a “los que son de buena raza”, “excelentes”, “de alta calidad”.

En el siglo XVII se optaba más por el significado de excelente y que excede a lo común de la especie (como generoso caballo o vino generoso) que por el actual, que se identifica más como dadivoso, magnánimo y altruista, aunque ser generoso sea una excelente actitud ante la vida.

Cuestiones lingüísticas aparte y, sabiendo que como todo nombre abstracto posee matices en función de la situación, todos tenemos claro que los vecinos son generosos si ante una situación difícil, inesperada y trágica se vuelcan ofreciendo apoyo y ayuda material a sus convecinos. Lo hemos visto cuando se produjo el volcán de la Palma y, de manera voluntaria hay quien cede alojamiento, comida, ropa o cualquier otra ayuda necesaria para intentar  paliar sus carencias; lo estamos viendo cuando tantas personas son desalojadas por los incendios y nunca falta ni comida ni apoyo;  lo hemos seguido día a día cuando se daba asilo y se recorrían miles de kms., para acoger a tantos y tantos ucranianos que huían del horror y la miseria de la guerra.

Lo vemos cuando ante cualquier campaña solidaria: sea de recogida de alimentos o juguetes, de mantener limpia la ciudad, de donar sangre... tantas y tantas personas se vuelcan ofreciendo lo que pueden.

Y no es caridad. No al menos de la que en otras épocas se entendía como una limosna que la gente de bien daba a los pobres para enmascarar una actitud egoísta de buena vida acomodada. Es simple y llanamente, solidaridad.

La generosidad es un componente fundamental en las relaciones sociales porque permite formar vínculos fuertes y solidarios que constituyen la base de sociedades y comunidades armoniosas. En un entorno de generosidad, las personas cooperan y se ayudan entre sí.

Por ello tenemos claro que ser generoso supone compartir. Un valor que se desarrolla y se aprehende desde la infancia, trabajando en ello tanto en el seno familiar como en el escolar.

¡¡Hay tantas maneras de ser generoso!!

La generosidad es ponerse en el lugar del otro, empatizar,  y por eso hablamos de generosidad, pocas veces, pero alguna que otra, cuando los gobernantes y partidos políticos negocian, ceden y pactan para conseguir una mejora común.

Y, por último, hablamos de generosidad entre gente que se quiere, familiares, amigos y conocidos cuando ante una mala racha, una adversidad física o psíquica, sabes que están  ahí, dándolo todo, ofreciendo lo que pueden: ánimos, bromas para sacar una sonrisa, conversación para distraer y que el tiempo de recuperación pase más deprisa, cariño a manos llenas que ayudan a la recuperación del cuerpo y del alma.

No solemos darnos la parte de generosidad merecida. Es más, pensamos que tenemos un mucho de cicateros. Pero no es verdad. A lo mejor escatimamos en un regalo o en una invitación. Eso es irrelevante, porque lo importante son los pequeños o grandes sacrificios que hacemos por los demás.

De esa generosidad hablamos y, de ella, les aseguro, yo, en este momento, estoy bien servida y muy, muy agradecida.

Hablemos de generosidad